Author: Diama Domingue

  • Enamorarse en una cafetería

    Enamorarse en una cafetería

    Me senté en mi mesa favorita, siempre me gustaba venir a esta cafetería a terminar los trabajos que tenía pendientes. Cuando llegué no había mucha gente, por lo tanto pude escoger la mesa en la que quería sentarme. Generalmente esta cafetería se empezaba a llenar a las 11:30 am, no sé por qué pero parecía que todo el mundo quería venir a esa hora.

    En esa mesa que me senté podía ver la naturaleza que estaba frente al café, esa era una de mis calles favoritas de toda la ciudad, tenía una arquitectura colonial y un olor a plantas y naturaleza que me encantaba; sobre todo cuando llovía, el olor a petricor (tierra mojada) era de mis olores favoritos. Cuando llegaba siempre me quedaba mirando por varios minutos a la gente que pasaba, me gustaba analizar lo que venían haciendo o cómo actuaban si estaban interactuando con alguien más, -aquello del lenguaje corporal-. También miraba la naturaleza, veía cómo se movían las hojas con el viento o con el paso de los pocos carros que habían por ahí, no era una calle muy transitada.

    Después de unos minutos, me ponía manos a la obra y empezaba a trabajar en lo que tuviera que trabajar ese día, y también empezaba a pensar en cosas que me preocupaban, o que me hacían sentir triste, pensaba que me había sentido muy sola últimamente, a pesar de salir de vez en cuando con una de mis mejores amigas. Me sentía muy sola, sabía que tenía que empezar a meditar nuevamente, porque había estado un poco ansiosa los últimos días. Es que vivir solo no es fácil, mi gato me acompañaba, pero, vivíamos solos él y yo. Nunca me había preocupado el vivir sola, la verdad siempre lo disfruté, alguna de mis amigas me dijo que quería ser mi compañera de apartamento, pero nunca quise vivir con nadie -a no ser que fuera mi pareja amorosa-; pero últimamente estaba sintiendo que me hacía falta compartir mi espacio con alguien más, y que mejor que un compañero de vida, alguien que me murmurara cosas bonitas al oído, alguien que supiera valorar el mujerón que soy, y no me refería sólo a lo físico (obviamente), no soy una persona superficial. Me refería al conjunto de características que me identificaban.

    Mientras estaba en mi viaje de pensamientos, empezó a llegar la gente, ups, ya eran las 11:30 am, eran puntuales, ahora sí tenía que ponerme a trabajar, pero antes quería adelantar un poco del libro que estaba leyendo en ese momento. Abrí mi libro y empecé a ver cómo se llenaban las mesas, una a una, gente amable, gente gruñona, gente alta, gente bajita, gente blanca, gente morena, gente negra, gente, gente y más gente.

    Al frente de donde estaba sentada se sentó una pareja de ancianos que parecían ser muy amables y eran de esos ancianos que al verlos provocan ternura. Parecía que habían estado toda la vida juntos, como antes era así, antes duraban toda la vida las parejas, yo sólo pensaba ¿cómo era esto posible? Pero creo que de cierta forma admiraba eso, una joven de 26 años podía admirar eso. Será que habría alguien con quien duraría tanto tiempo? O tal vez ¿la vida entera? – esas eran algunas de las preguntas que venían a mi cabeza de vez en cuando, aunque sabía que aún estaba muy joven.

    A mi lado se sentó una pareja, la mujer parecía mayor que el hombre, pero quién sabe, tal vez no era así, porque no todo lo que parece, es. Por lo que podía observar, el hombre estaba mucho más enamorado que ella, pobre chico, ojalá no se esté montando en la nube equivocada, u ojalá yo sea la que esté errada.

    Siempre había sido muy empatica con las personas que sufrían en una relación amorosa, eso no debería existir. ¿Por qué tiene que ser así? Sé que suena tonto pero uno debería enamorarse de alguien con quien sea mínimamente compatible. O de alguien con quien haya una alta posibilidad de que el enamoramiento sea mutuo. Eso a veces pasa, pero me temo que la mayoría de veces no. La mayoría de veces creo que nos enamoramos de la persona equivocada.

    Volteé hacia la izquierda y había algo muy interesante ahí, por estar entretenida con lo del enamoramiento y la pareja de al lado no vi que había algo muyyy interesante a mi lado izquierdo; un hombre realmente atractivo, o sea, de mi gusto total. Creo que mis pupilas se dilataron apenas lo vi, simplemente vi algo que me encantó, creo que él lo notó porque inmediatamente se sonrojó y soltó una pequeña sonrisa, yo creo que también me puse como un tomate porque empecé a sentir la cara caliente y subí el libro para que no se me notara, no sabía donde meter la cabeza. Ese fue uno de esos momentos incómodos, ya saben, cuando te gusta alguien que ves en la calle y tu lenguaje no verbal te delata.

    Leí unas cuantas páginas de mi libro y empecé a bajarlo de a poquitos para ver si él todavía estaba ahí, aunque no quería que tuviéramos contacto visual, porque podría ser muy incómodo para mí. Aunque al mismo tiempo sí lo quería.

    Hicimos contacto visual un par de veces, hasta que ambos soltamos una sonrisa un poco traviesa, él se puso de pie y yo me empecé a poner muy nerviosa. Creo que ya estaba fría, pero vi que él empezó a caminar hacia el baño. Yo respiré profundo, pude botar el aire que tenía en el cuerpo, seguí leyendo mi libro y me preparaba para esta vez sí empezar a trabajar en lo que tenía pendiente. Puse mi compu sobre la mesa, y empecé a revisar mis correos electrónicos para ver qué tenía que responder en ese momento, la mayoría eran correos con publicidad los cuales iba eliminando. Había uno que debía responder, pero cuando me disponía a empezar a escribir, sentí que alguien me estaba viendo fijamente, ya saben, como cuando sientes que alguien te está viendo fijamente. Volteé hacia la izquierda y ahí estaba el super hombre de pie, a mi lado, viéndome fijamente, yo no tuve tiempo ni de ponerme fría cuando me dijo, fui al baño a ver si no tenía alguna migaja de comida cerca a mi boca, o si me veía medianamente bien para acercarme a saludarte.

    Yo tragué saliva, y creo que tartamudeé, la verdad no lo recuerdo por la adrenalina del momento. Nunca pensé que eso pasaría, sí sé que soy un mujerón, porque es sano tener alta autoestima, pero ¿qué hacía este sueño de hombre al lado de mi mesa?, ¿hablando conmigo? Me daban ganas de mirar hacia los lados para asegurarme de que era conmigo con quien estaba hablando, pero me dije a mi misma, -no, no, no, tampoco tan perdedora-.

    Lo saludé muy cordialmente, hola, ¿cómo estás? disculpa, estoy un poco nerviosa, no soy muy extrovertida, él sonrió y me dijo, -tranquila, no te voy a morder-, y soltó una suave sonrisa. Eso me tranquilizó un poco y le pregunté si se quería sentar, me dijo que claro, trajo su café y se sentó conmigo. Aquello parecía un sueño, pero traté de soltarme y actuar lo más natural posible.

    Hablamos y hablamos, de él ,de mí, de la vida, teníamos mucho en común y creo que nos sentíamos muy cómodos el uno con el otro. El tiempo pasaba y pasaba y parecía que para nosotros se había parado, creo que ya habían pasado dos horas cuando una de las chicas que trabajaban en el café se acercó a mí y me preguntó que si cerraba ella o yo porque ya era hora de cerrar el negocio. Le dije que yo cerraba porque me iba a quedar más tiempo, y me entregó las llaves.

    Paul, mi nuevo amigo, me miró extrañado, le dije que se me había olvidado decirle que era la dueña del café y me dijo -ah, qué bien, ya sé a donde invitarte en la próxima cita-.

    Así empezó mi historia con Paul, ya llevamos 10 años juntos y tenemos 3 hijos. No sé si envejeceremos juntos, pero me encantaría. Le agradezco a la vida el haberme puesto a mi medio tomate al lado ese día en el café, nos llamamos cariñosamente “medios tomates” porque ambos nos sonrojamos mucho.

    Después de ese día no me volví a sentir sola, de todas formas medito y siempre estoy pendiente de mi salud mental. La salud mental de nuestras hijas Salomé, Sofía y Luna y la salud mental de mi esposo, por supuesto.

    La vida nos da sorpresas y muchas veces, son donde menos esperamos, no pienses que eso que tanto deseas no va a pasar, porque las posibilidades son infinitas para quienes creen y accionan.

    Todavía tengo mi Café Lunático, y todavía me gusta sentarme a ver la naturaleza, escuchar el sonido de los pájaros en las mañanas y ver a la gente que llega en manada, siempre a la misma hora. Es curioso porque no he vuelto a tener un día tan perfecto como aquel día en el que conocí a mi esposo. Cuando el universo se alinea para que todo sea perfecto, el momento debe ser vivido y aprovechado al cien por ciento. Mi universo son mis hijas y mi esposo, mi negocio: Café Lunático y nuestro gato. Todos ellos son planetas girando alineadamente, y procuro mantenerlos así; porque no se sabe qué puede pasar mañana, o qué puede pasar incluso hoy, cuando me siente en una de las mesas que tanto me gustan de mi café.

    Diamantina Orozco

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